Gentilicio y
costumbres tereseñas desaparecen
Con el gentilicio los pueblos no comen,
no se curan; y tampoco se evitan la enfermedad ni la muerte. Pero, si apartamos
a un lado el sentido crematístico de la vida podemos, sin darnos cuenta, ver
como la cultura y el gentilicio pueden a llegar a ser el “pan espiritual de los
pueblos, la medicina del alma”.

Por
siglos, el hombre se ha sentido orgulloso de usar el gentilicio para arraigarse
al lugar de su nacimiento. Ejemplos hay muchos, pero, con particular
singularidad hemos sido testigos de cómo están apegados a sus orígenes los
maracuchos, los andinos, los orientales, …y en menor cuantía los tereseños.
Mientras que las costumbres, a
diferencia del gentilicio, sí pueden influir en la forma de vida del hombre.
Costumbre al trabajo, al estudio, al buen comportamiento, etc. van muy ligadas
al desarrollo personal, al buen vivir y al crecimiento de los pueblos.
En la vida moderna, rodeada de elementos
exógenos que impactan el devenir de la sociedad, estos valores se sienten
amenazados; y tal vez sucumban, el gentilicio y las costumbres. Es una lucha
intangible que lleva el hombre a cuestas sin mucha resonancia en los organismos
de poder, de cada una de las regiones del país.
Ya nos es familiar escuchar en las
calles de muchos pueblos del Tuy: “Yo me crié allá, pero naci en Caracas”. Es
común esta conversación. Y se refiere a la dificultad que tienen las madres para
parir sus hijos en el pueblo donde viven, porque sencillamente no hay sala de partos
en el hospital; o en el mejor de los casos no funcionan bien. Allí comienza un
desarraigo involuntario. Por ejemplo, nacer en Caracas y vivir en Santa Teresa,
cuando llegue el momento saldrá a flor de boca: ¡…Nooo, yo soy caraqueño!. Es el preciso momento de negar el
gentilicio; mucho menos, defenderlo. Tal como lo hizo Pedro con Jesús.
Así han pasado muchos años en este
pueblo tuyero. Desde hace tiempo sus habitantes están luchando por la
construcción de un buen hospital, o una buena maternidad, bien dotada. Pero no,
a quien le importa eso del gentilicio.
Si nos remontamos al pasado
reciente, cuando la familia pudiente acudía a despertar a la comadrona en horas
de la madrugada para atender el parto de la mujer que gemía de dolores. Eso
quedó atrás. Se rompió aquel nexo de los compadres que surgía entre la
parturienta, el padre y la comadrona. Ya no existe la relación de “mamá” entre
el recién nacido y la comadrona. Costumbre milenaria que desaparece.
Los nombres propios asignados a los
hijos en los siglos anteriores se referían a la veneración de algún santo, la
exaltación de una fecha o la prolongación del nombre paterno o materno. Eso
quedó atrás. Ahora se escuchan combinaciones sub realistas, o copias de nombres
de personajes famosos, extranjeros, para los niños o niñas que llegan a la pila
del bautismo con el asombro del sacerdote. Y con la limitación de no celebrar
el día de su santo, nunca.
De la moda en la vestimenta, ni
hablar; un poco comprensible, porque tampoco es que nos vamos a quedar en los
tejidos forzados de la edad media, mucho menos en las pieles que protegieron a
los primeros hombres. Casi igual pudiésemos relacionar el impacto de la música
para cambiar el comportamiento del hombre; y en esto la primera culpa está en
el tecnicismo de la comunicación y sus redes.
No es necesario escrutar en la
ingenuidad para darse cuenta que el modernismo no cederá ante la costumbre y la
tradición, al contrario, será implacable.
Pero, por qué quitar a los abuelos
la satisfacción de ver a sus nietos vistiendo un liqui liqui, usando un
sombrero; cantando o bailando un joropo, un vals; o, aguinaldos de navidad.
Así mismo; y serviría de mucho para
la formación del hombre nuevo, el fortalecimiento de las creencias autóctonas,
la recuperación de las tradiciones religiosas; como las misas de aguinaldo, la
misa de gallo que se celebra el 24 de diciembre en conmemoración de la
natividad del niño Jesús de Nazareth, nacido en Belén; y luego convertido en
Cristo, redentor de la humanidad.
También podemos pasearnos por los
Velorios de Cruz, celebrados a partir del tres de mayo; la peregrinación de las
feligresía, desde lugares remotos; alumbrar el nazareno en semana santa, ofrecer
y pagar una promesa; la quema de Judas, como símbolo de rechazar la traición; o,
hacer la primera comunión, etc. La fe no tiene moda, es infinita en el tiempo.
Con cierta nostalgia vemos como los
niños, ahora no juegan. Quiero decir, no interactúan con los juegos
tradicionales. La tecnología y el modernismo barrieron con lo que quedaba. Ya
no vemos a los niños armando y volando un papagayo, jugando metras, trompo,
perinola; pero, es que tampoco los vemos armando y jugando gurrufío, echando
los cocos; o, construyendo una china.
Respecto a las tradiciones grupales,
donde es obligatoria la interacción, el roce y el contacto humano, también hay
preocupación.
Santa Teresa se caracterizó desde
sus primeros tiempos de civilización por ser un pueblo de entretenimiento sano.
El deporte y la recreación mataban el ocio del tereseño, bien sea en un
estadio, en una manga de coleo, una cancha de bolas criollas o en una gallera.
Eran las actividades de la mañana o de la media tarde; porque en las noches
surgían las fiestas, los bailes, la parranda y las serenatas. Incluyendo las
patinatas en la plaza Bolívar durante las misas de aguinaldo, donde más de uno
salió enamorado (a), …y después casados.
Son costumbres y tradiciones que la
sociedad quiere verlas como obsoletas, tienden a desaparecer.
No todo está perdido, pero sí
encendidas las alarmas. Todavía observamos como resisten la costumbre y la
tradición en el campo culinario del tuyero. El época decembrina se lleva la
batuta la exquisita hallaca y el delicioso dulce de lechosa; las cuales, aún
con las dificultades para conseguir los ingredientes y su entorno, los
tereseños disfrutan su degustación.
Igual podemos decir del suculento
sancocho, bien sea de gallina, pollo o res; siguiéndole muy de cerca el
mondongo.
Es tradición tereseña, como en
muchas partes de la geografía nacional, amanecer el primero de Enero montando
la olla para repotenciar las energías de la farra anterior. Además, aquella preparación
del nutriente caldo se tornaba en un compartir con la familia y allegados más
cercanos que se quedaba en la “casa grande” a celebrar la despedida del año
anterior. Risas, alegrías y llantos represados afloraban alrededor del fogón
como queriendo sacar lo que quedó de la noche anterior. Y tampoco faltaba la
buena música, hasta agotarse los “repeles etílicos de la navidad”.
Aún quedan familias tereseñas que
preparan el arroz con coco, arroz con leche, los casi desparecidos “besos de
coco”, el manjarete y las tortas de piña; entre otras exquisiteces del
recetario local, que luchan por seguir presente en las costumbres y tradiciones de la población.
Otro plato que resiste el envión de
la moderna comida chatarra contra las costumbres de los lugareños son las
inolvidables caraotas negras, combinadas con carne desmechada, arroz, tajadas
de plátanos, queso blanco rayado; y en algunos casos complementadas con un
huevo frito. A lo que los venezolanos nos hemos empeñado en llamar “pabellón
criollo”.
Tampoco pueda faltar en este listado
la preparación del quinchoncho con llame, con sus múltiples variedades para
combinar.
En fin, la sociedad tereseña va
siendo testigo en el camino de cómo van desapareciendo las costumbres y
tradiciones. Cada fecha es un escenario que nos permite apreciar el
distanciamiento entre lo que hacíamos ayer y lo que hoy se hace. La permanencia
de este comportamiento bucólico y nostálgico, tal vez sea causa de risas para
la nueva generación. Pero, si estos jóvenes se disfrazaran en Carnaval,
salieran a parrandear en navidad, llevaran serenatas a sus novias, montaran un
pesebre en su comunidad, si bailaran un bolero para pulir la hebilla; o
cortaran la hila del papagayo al amigo, entre otras costumbres olvidadas; tal
vez pudieran decir algún día “yo viví la vida”. Y pudieran sentirse orgullosos
de participar en el rescate del gentilicio, las tradiciones y costumbres de su
pueblo.
//Rafael González
No hay comentarios:
Publicar un comentario